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Paul ha muerto, el mito ha nacido

De la leyenda urbana a la eternidad del mito.

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Hace 50 años, el 17 de septiembre de 1969, el periódico de la Universidad de Drake en Des Moines, de Iowa, publicó un reportaje firmado por Tim Harper titulado “¿Está muerto el Beatle Paul McCartney?”. Paul is dead se convirtió en una consigna alrededor de la cual se fue gestando, como una bola de nieve, un halo de misterio en el mundo de la prensa de rock y de los fans, conteniendo una serie de posibilidades y elucubraciones acerca de la muerte de Paul McCartney​ tras un trágico accidente automovilístico el día 9 de noviembre de 1966, siendo reemplazado por William Campbell, el ganador de un certamen hecho para tal fin. ​A continuación, una breve reflexión acerca de la leyenda de la muerte de Paul McCartney como fragmento de su propio mito.

La vida después de la muerte
La única forma de justificar letras inconexas y melodías disruptivas, progresiones de acordes imposibles de mantener respetando las escalas clásicas mayor y menor que siempre habían usado, entre otros avatares que el breve paso de Paul por la Tierra había dejado, motorizó toda una puesta en escena orquestada por George Martin para que la farsa (y con ella, el negocio), continuaran. Ese tenor tuvo la necesidad de encontrar explicaciones del viraje de los Beatles en la etapa psicodélica, que los encumbró como emblemas de una época, que discurrió en anécdotas que relatan una intrépida búsqueda para sustituir la ausencia del genio indiscutido, en un contexto marcado por la crisis creativa sufrida por John, las limitaciones de Ringo, y el viaje de George a Oriente en búsqueda de inspiración.

Los argumentos de la muerte de Paul, ampliamente recabados y analizados por periodistas y fans de diverso pelaje, se apoyan en indicios que van desde elementos encontrados entre las grabaciones de los Beatles a partir de 1967, interpretadas como acertijos o rompecabezas brindados al público, hasta la exégesis de mensajes ocultos revelados al escuchar ciertas canciones en sentido contrario. La potencia de las incógnitas que esta trama encierra probablemente se vincule menos con la necesidad de encontrar la veracidad de los hechos que con la gestación, por un lado, de los Beatles como íconos excluyentes de la cultura popular occidental durante los años ’60, y por otro, con el papel fundamental que Paul ocupaba.
El extraño caso de la inmortalidad de Paul
La coyuntura de los ’60, irritada por los violentos acontecimientos de Vietnam y la amenaza nuclear de la Guerra Fría, las revueltas políticas y sociales, y el proceso de descolonización en Asia y África, abrió el portal del ascenso social a los jóvenes de clase media y trabajadora de las principales potencias occidentales, amortiguados por un Estado de Bienestar que promovió la justicia social y la igualdad de oportunidades. El acceso de los estudiantes de artes a la cultura de élite les permitió sintetizar elementos de ambos mundos en un proyecto estético que llevó la imaginación al poder. Los Beatles encarnaron ese sueño hecho realidad.
Tal y como vimos cuando repasamos la mitificación de la figura de Spinetta, el mito, relato tradicional que se refiere a acontecimientos extraordinarios, es protagonizado por seres sobrenaturales. En ese sentido, a medida que se desarrollaba la segunda mitad de los ’60, los Beatles (y particularmente Paul) se fueron consolidando como working class heroes que lograron articular exitosamente elementos de la denominada cultura de élite con la cultura popular. Las intrigas sobre la muerte de Paul fueron, en cualquier caso, funcionales a las características milagrosas con que los de Liverpool fueron dotados: los signos enviados por el universo, interpretados correctamente, nos pueden revelar que la genialidad de Paul no podía caber en los límites físicos de un cuerpo humano. Por eso debió volver de las tinieblas una y otra vez.

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