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Freddie Mercury – Messenger of the Gods: The Singles Collection

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Calificación: 6 puntos.
freddie-mercurySabido es que la breve carrera solista de Freddie Mercury distó mucho de acercarse a la de Queen en cuanto a éxito comercial o artístico. Eso sí, gustos aparte, no dejaba de ser loable el deseo del majestuoso cantante de separar el sonido de su música “solo” con respecto al que ejecutaba con el cuarteto que lo unía a Brian May, Roger Taylor y John Deacon. De hecho, cuando podemos encontrar alguna semejanza en algún single o en su disco Mr. Bad Guy (1985) es para equipararla con momentos de Hot Space (1982), justamente lo más flojito de La Reina Del Rock Británico. Era como si esos en momentos de su vida Mercury haya decidido relajarse y aspirar más a divertirse que a complicarse con presiones como las que había en una banda tan enorme, ya con bastantes diferencias artísticas internas debido al rumbo tomado en aquella flojita entrega del año 82 . Por otra parte, y como demuestra su proyecto Barcelona (1988) con la soprano española Montserrat Caballé  -segundo y último álbum por fuera de su famoso grupo-, también se daba algunos pomposos gustos, como poder dar rienda suelta a su amor por la ópera junto a una idolatrada figura externa a sus habituales compañeros de ruta.
Messenger of the Gods: The Singles Collection compila los lados A y B de sus simples lanzados entre 1973 y 1993 (ya post-mortem), incluyendo la “rareza” de los dos temas grabados por el cantante junto a May y Taylor con el seudónimo de Larry LurexI Can Hear Music y Goin´Back«) justito antes de la edición del LP debut de Queen. Este compilado, lanzado el pasado dos de setiembre -tres días antes del aniversario en que hubiera cumplido 70 años-, llega en formato de doble compact disc y con un ordenamiento claro: el disco 1 reúne los lados principales de cada sencillo y el disco 2, -por lejos el menos memorable- los lados B.
El asunto es que, por más loable que fuera la intención de Mercury de hacer lo que se le cantaba –valga la referencia fácil-, no implica que todo debía gustarnos a todos. A lo largo de las veinticinco canciones de la colección –que incluye tres versiones (uffff) de su hit más exitoso, «Living On My Own» – en más de una oportunidad uno se pone a pensar si para algunas grabaciones era necesario ser tan kitsch. La respuesta es sencilla: así era él.
Estribillos pegadizos algo bizarros (como el dee do de de, dee do de de que nos suena como un tirolé-o, tirolé-o) causan un poquito de escozor ajeno y pululan por ambos cds. El tracklist del álbum que flota entre lo bolichero más berreta que elegante, algún cover muy bien logrado («The Great Pretender«, momentos de «Time» o «In My Defense«), canciones que cumplen su cometido –como el «Love Kills» junto a Giorgio Moroder– y el sueño clásico cumplido del “crossover” rock-ópera junto a su admirada Caballé,  por un lado muestra lo versátil que era el artista –ni hablar si le sumáramos sus gemas con Queen– pero por el otro muestra una incongruencia que por momentos incomoda.
Por supuesto, Freddie deseaba sinceramente ser muy exitoso también fuera de su banda. Pero si había comentarios adversos, éstos no le impidieron continuar con algunas melodías banales que son las que muchas veces y con muchos artistas y pasados los años, uno termina encontrándoles un gustito adobado por la nostalgia. En este caso y puesto un tema detrás del otro, no siempre resulta bien.
Freddie Mercury vivió una vida única y como dice su canción, la vivió a su manera. La vivió con excesos y excentricidades, y su carrera solista fue eso: una sucesión de capítulos que no garantizaban que más allá de divertidos, fueran todos de buen gusto. Algunas fiestitas organizadas por el querido Freddie, por ejemplo en Munich para su cumpleaños 39 –base de su videoclip para la citada «Living On My Own«- dan fe de esto y algunas canciones de esta colección –más allá de los aciertos aquí presentes-, también.
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