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Forever Changes, de Love: cuando el tiempo da la razón

Hace cincuenta años la banda de Arthur Lee editaba su tercer álbum, un disco ignorado por sus contemporáneos cuando fue lanzado y que luego la historia se encargó de colocarlo en su merecido lugar, entre las grandes obras maestras de la historia del rock.

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Hace cincuenta años la banda de Arthur Lee editaba su tercer álbum, un disco ignorado por sus contemporáneos cuando fue lanzado y que luego la historia se encargó de colocarlo en su merecido lugar, entre las grandes obras maestras de la historia del rock.
El Verano del Amor había concluido recientemente y en su cosecha contaba con discos que de inmediato generaron gran impacto y se metieron en la historia dorada del rock. The Doors, Younger Than Yesterday, Are You Experienced, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y The Piper at the Gates of Dawn son algunos de los pesos pesados de aquel período, que tuvo a la cultura hippie en su apogeo y a la ciudad de San Francisco como epicentro. Muchos no lograron sobrevivir a aquellos meses intensos de 1967 y otros pagaron las consecuencias tiempo después. Oriundos de Los Angeles, Arthur Lee y los suyos no se sentían identificados con el optimismo y la voluntad de cambiar el mundo que promovía el movimiento flower power. Se encontraban en la mansión de Bela Lugosi, en pleno Hollywood, metidos en un pozo profundo de LSD y heroína del que parecía que nunca más saldrían. Para Lee, un joven de 22 años a quien los pensamientos fatalistas atormentaban y hacían creer que su muerte estaba cerca, la grabación de Forever Changes significaba su último gesto artístico en el mundo.
El principal atractivo de Love era su sensibilidad pop expresada a través de composiciones barrocas, con sutiles arreglos vocales y dulces melodías que revestían la poesía melancólica y ácida de Arthur Lee. Su figura generaba gran magnetismo arriba del escenario y varios colegas, como Jimi Hendrix o Jim Morrison, lo tenían de referente. Si bien musicalmente estaban más cerca de The Byrds, la actitud de Love era tan rockera como la de The Rolling Stones o The Doors, estos últimos recomendados por el mismo Lee para ser fichados por el sello Elektra Records.
Muchos sostienen que el escaso éxito comercial de Love en comparación con sus contemporáneos se debió a la negativa de Arthur Lee de salir de Los Angeles para girar, como también a la falta de apoyo de Elektra. La discográfica paulatinamente fue destinando buena parte de su estructura al incipiente ascenso de la banda de Morrison y compañía, que lanzó su segundo álbum, Strange Days, un mes antes de la salida de Forever Changes. La competencia dentro del sello entre las dos bandas terminó siendo desigual, dado que el tercer disco de Love alcanzó el puesto 154 de la Revista Billboard, mientras que el segundo trabajo de The Doors llegó al número 3.
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El disco comienza con “Alone Again Or”, su tema más conocido y una de las dos canciones que no compuso Arthur Lee, sino Bryan MacLean. Es sabido que gran parte de las internas de Love se debieron a la lucha compositiva entre los dos guitarristas, lo que terminó provocando que sólo Lee continuara con la banda luego de Forever Changes. “Alone Again Or”, una especie de flamenco psicodélico, representa a la perfección el espíritu del álbum, con su poesía desencantada recitada por MacLean y Lee, entre guitarras españolas y trompetas de mariachis que trazan suaves olas y llevan aire fresco a las playas californianas. “A House Is Not a Motel”, guiño a “A House Is Not a Home”, de Burt Bacharach, relata, en tiempos de Guerra de Vietnam, cómo el agua se convierte en sangre y las noticias en películas, a través de un nervio más rockero con una marcada presencia de la batería de Michael Stuart y un solo de guitarra eléctrica que finaliza la canción en fade out y da paso a la acústica de “Andmoreagain”, dulce balada con delicadas cuerdas que acompañan el lamento de Arthur Lee y permite intuir que se está en presencia de un disco notable.
“Old Man” es la otra canción escrita y cantada en solitario por MacLean, que con una voz temblorosa parece resquebrajarse en cada verso. “The Red Telephone” funcionaba como un manifiesto para Arthur Lee, que sentía la muerte a su acecho; una dama peligrosa pero a la vez seductora que se había llevado la vida de gran parte de su generación: “Sitting on the hillside / Watching all the people die / I’ll feel much better on the other side / I’ll thumb a ride” (“Sentado en la colina / Mirando a  todas las personas morir / Me sentiré mucho mejor en el otro lado / Voy a dar un paseo”). “Maybe the People Would Be the Times or Between Clark and Hilldale” continúa con el sabor hispano de la guitarra acústica, pero ahora en un tempo más arriba, con las trompetas y la ajustada batería marcando el paso.
“Live and Let Live” es uno de los pocos temas que tiene a la guitarra eléctrica al frente, siempre secundada por la base acústica de rock folk. Su primera línea, “Oh, el moco se ha endurecido contra mis pantalones / Se ha convertido en cristal”, destaca el humor surrealista de Lee, que sabía cómo esquivarle con irónicas letras a la solemnidad por momentos panfletaria de la época, al igual que en “The Good Humor Man He Sees Everything Like This”, una burla hacia el Verano del Amor y el flower power mediante el simplismo deliberado de su lírica. “Bummer in the Summer” también va por esa misma lógica, pero en este caso para narrar una comedia de amor libre y mundano en clave country rock. La canción que cierra el disco es la majestuosa “You Set the Scene”, una suite de casi siete minutos en la que Lee da rienda suelta a su poesía lisérgica para pintar un gran mural con los colores más bellos de la Tierra, demostrando que el rock y lo sublime del arte iban de la mano (no fue casual que la mítica portada psicodélica la haya creado un artista de culto como Bob Pepper). Un final soñado, perfecto.
Aunque en el Reino Unido tuvo mejor aceptación que en Estados Unidos, alcanzando el puesto 24 del chart británico, Forever Changes no recibió el crédito que le correspondía en su momento. Sólo el paso del tiempo acomodó las cosas y lo puso en el lugar que se merece, entre las grandes obras maestras del rock. Un disco que, mediante de la desesperanza y crítica pesimista de Arthur Lee, se adelantó a su época al vislumbrar el final de la utopía hippie y la inocencia del flower power –algo que ocurriría dos años después con la tragedia del Festival de Altamont–. Lee no murió antes de los 30 años cómo presagiaba y mantuvo con vida a Love después de Forever Changes, prescindiendo del resto de la formación clásica para sacar discos irregulares y con el éxito esquivo de siempre. Atravesó épocas muy oscuras sumido en las adicciones y en 1995 cayó en prisión, donde pasó seis largos años por uso de armas de fuego. Antes de su muerte, en 2006, vio cómo le llegó el reconocimiento a su obra cuando las principales revistas y portales de música colocaron a Forever Changes en las listas de los mejores discos de la historia. Quizás algo tarde para un músico tan influyente y para un álbum que cooperó a que el rock sea una de las máximas expresiones artísticas del siglo XX.

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