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Lecturas Obligadas: El fantasma de Amy Winehouse

Porque no le alcanzó con aprovecharse de su hija en vida, el padre de Amy Winehouse lo sigue haciendo inclusive después de muerta. Sin tintes dickensianos, Mitchell Winehouse, viejo taxista londinense y hoy dueño de la fortuna que hizo su hija, asegura que la cantante se le aparece por las noches.

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Porque no le alcanzó con aprovecharse de su hija en vida, el padre de Amy Winehouse lo sigue haciendo inclusive después de muerta. Sin tintes dickensianos, Mitchell Winehouse, viejo taxista londinense y hoy dueño de la fortuna que hizo su hija, asegura que la cantante se le aparece por las noches.
En una entrevista otorgada al periódico sensacionalista The Sun, Mr. Winehouse contó que el espíritu de la bella Amy lo visita de tanto en tanto (inserte aquí emoji pensante). A seis años de su muerte, el padre dice que su espíritu “viene y se sienta en la punta de mi cama. Se queda ahí con esa linda cara suya y me mira. ‘¿Estás bien?’, le pregunto nervioso al verla ahí”. Mitch no revela si el fantasma le contesta (otro emoji) pero garantiza que también se manifiesta con la forma del pájaro que su hija llevaba tatuado. OK. Too much, ¿verdad? “La semana posterior a la muerte de Amy estaba en casa de mi hermana y de repente escuchamos un golpe: un mirlo igual al que tenía tatuado ella se había dado de lleno contra la ventana. Lo levantamos y lo apoyamos en una percha. Esto ocurrió durante la noche, cuando las aves no vuelan. Volvió a levantarse y se posó en mi pie”. Bueno, Mitch, OKEY. La cantante llevaba un mirlo tatuado en su brazo derecho donde se podía leer “Never clip my wings” (Nunca cortes mis alas), que claramente ha cobrado vida…
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Mitchell dirige la Amy Winehouse Foundation que se ocupa de la prevención del abuso de las drogas y el alcohol en los jóvenes. Tras la muerte de la joven por esta causa, la familia se ocupó de esta obra en memoria a su hija.
El hombre aprovechó también para arremeter contra “Amy”, el documental que relata su vida: “Es negativo, malintencionado y engañoso”. Dirigido por Asif Capadia, el documental ganó un Oscar por su conmovedora historia. Con casi sesenta nominaciones en diferentes categorías, “Amy” ganó más de treinta premios internacionales. Es aquí -donde participa el mismo Mitchell Winehouse– que se la ve más vulnerable que nunca. El film, trágico aunque alejado de sensacionalismos, logra relatar a través de las canciones la triste vida de la voz de Back to black. Con videos caseros donde se va una pequeña Amy Winehouse, este documental en formato de diario íntimo va reflejando cada uno de sus logros, cada una de sus miserias. Cómo concentrar en poco más de una hora la vida de semejante talento, de este prodigio de la música como resulta la Winehouse… Capadia lo logra sin apelar a golpes bajos, apenas contando su particular vida y su caída en las drogas y el alcohol. En la película se puede apreciar cómo su devenir en el sustrato musical estuvo siempre bancado por su genialidad, su voz y su capacidad compositiva de canciones que rompen el corazón en cada golpe de batería. Todo va en claro subidón en su vida artística hasta que en 2005 se muda a Camden Town con su futuro marido Blake Fielder-Civil. Es él quien introduce a la cantante en el mundo de la heroína. Amy no confiaba en poder escribir una canción pero sí se jactaba de haber leído mucha poesía lo que claramente la ayudó a socavar en lo profundo de su corazón y aflorar esa lírica que llevó su sello para siempre.

Además de su padre, también aparecen el documental su madre Janis, Raye Cosbert, su manager y confidente, Nick Shymanksy, ex-manager y gran amigo, el mismo Blake Fielder, muchos de sus amigos y compañeros de piso, los músicos, Pete Doherty y Tony Bennet, Mark Ronson, el productor Salaam Remi, su guardaespaldas Andrew Morris, sus músicos, los médicos y ejecutivos del sello discográfico. A través de las declaraciones de quienes la rodearon no es difícil entender el derrotero de su vida. ha librado una batalla encarnizada con su caótica adicción donde ángeles y demonios por igual se la disputaban. Su autodestrucción también es parte de su validación.
“Este film es una desgracia”, dijo Mitch Winehouse, “me hacen ver como el peor de la película”. ¿Será porque no editaron y quitaron el segmento donde repetidamente insiste en que su hija no necesita rehabilitación? ¿O cuando llega a la clínica donde Amy se había internado tras casi una sobredosis acompañado por las cámaras? Resulta más paternal Tony Bennet frente a una tímida Amy nerviosa por actuar con él. “Kapadia nos hizo quedar a todos como unos tontos”, insiste, “ya lo arreglaremos”. Mitch Winehouse había apoyado el proyecto desde el principio pero se arrepintió cuando vio el producto final y así es como especula con hacer él mismo un documental sobre su hija.
Valiéndose de las características propias de una vida donde el éxito irrumpe estrepitosamente, la fama y el reconocimiento a esa voz única, el carisma y estilo, Amy Winehouse se ahogó en una vorágine de drogas y alcohol del cual no quiso despegar. Nos quedan sus canciones, su risa, su particular acento de barrio bajo londinense y esa mirada donde todo se le adivinaba.

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