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Al calor de las masas: los 30 años de “Canción animal”

Celebramos las tres décadas de un disco clave para el rock latinoamericano

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Luego de la maratónica gira que en el último trimestre de 1989 llevó a Soda Stereo por Centroamérica, México y Estados Unidos de la mano de su EP Languis, el trío recibía la nueva década en Buenos Aires compartiendo line up con Tears for Fears en el Derby Rock Festival. En el primer tramo del año, Gustavo Cerati hizo base en su flamante departamento de Avenida Figueroa Alcorta. Junto a su novia Paola Antonucci, una joven estudiante de Artes, transformaron ese espacio en un laboratorio creativo. La cerámica blanca que recubría el piso funcionaba como un lienzo encima del cual escribían palabras y trazaban dibujos que luego se traducirían en la lírica de futuras canciones, cuyos demos se armarían en la maquinaria montada entre aquellas paredes.

En junio, el grupo plantó bandera en los legendarios Criteria Recording Studios de Miami para grabar su quinto álbum de estudio. Tal desafío implicó sumar en su formación a Daniel Melero como letrista, a Andrea Álvarez en percusión y a Tweety González en los teclados. Dos meses más tarde, el 7 de agosto de 1990, Canción animal tomaba consistencia a lo largo de 47 minutos que reinventaban la premisa con la que allá, por 1984, Soda Stereo se presentó en sociedad. Ya no se trataba de hacer música pop liviana -como el agua gasificada- para bailar. Ahora, los cuerpos se agitarían al compás de un sonido explosivo.

(En) El séptimo día, track número 1 del LP, es la puerta de entrada a un universo diseñado por diez canciones que portan sangre rockera en sus venas. El golpe de una batería ejecutada en el complejo ritmo de 7×8 y el potente riff que se escucha unos segundos después, preparan el clima para que este temazo estalle sobre el final con el épico “¡No descansaré!”

El álbum avanza a fuerza de letras que, en buena parte, encuentran a su musa en el vínculo pasional forjado entre Gustavo y Paola. Para la composición del tema Canción animal, Gustavo depositó su confianza en el talento de Daniel Melero. La pareja quedó cautivada con el resultado final, que los espejaba de punta a punta. Las fichas se movieron y el trabajo, que iba a llamarse Tensión e integridad, le copió el título a este single.

Cae el sol es una postal confeccionada también con la intervención de Melero y que retrata los atardeceres que Gustavo y Paola contemplaban desde el balcón que daba a la avenida, esa que años después una de las canciones más personales de Amor amarillo la haría mutar en cicatriz.

El rompecabezas de la relación lo completó la pluma de Gustavo. En Sueles dejarme solo, apela al superhombre nietzscheano para asumir su condición de humano común. Desde ahí, realiza un reclamo desgarrador mientras su voz se envuelve en una melodía tan cruda como arrolladora. Casi en modo de respuesta a este planteo, aparece en el setlist Un millón de años luz. Dueño de uno de los punteos más emblemáticos de la banda, Gustavo pone en lo alto a su amor propio cuando sentencia, contundentemente, “No vuelvas sin razón”. Entre caníbales narra otro capítulo fundamental en esta historia. Haciendo foco en su costado más carnal, “Come de mí” se impone como una orden que condensa ese instinto bestial latente en cada rincón del disco.

Pero, en aquel entonces, existían otras emociones que lo atravesaban a Gustavo. La escena cotidiana en la cual conoció la noticia sobre la enfermedad de su padre, lo empujó a bucear en su interior para luego exteriorizar el dolor en Té para tres, joya con una innegable huella spinetteana.

 1990 tiene el mérito de situar en tiempo real a la placa. Su agradable sonoridad con ecos beatleros nunca terminó de convencer al trío, ya que ese estilo esquivaba la impronta del audio logrado en el resto del repertorio. Por este motivo, fue interpretada sólo dos veces en vivo.

El lado audaz de Hombre al agua se palpita desde su título, en el que Cerati y Melero encierran la metáfora de dejarse llevar por los vaivenes imprevistos de la vida. La impulsividad pisa fuerte mientras Gustavo entona “Y cuando salto de cubierta y me abandono a la corriente”.

Desde el momento en el que Gustavo, al jugar con las cuerdas, se topó con los cuatro acordes que le darían vida a De música ligera, Soda tuvo el presentimiento de que -en esa simplicidad- comenzaba a gestarse un éxito. Con un nombre inspirado en los Clásicos ligeros de todos los tiempos -una colección de discos que Gustavo tenía en la casa de su infancia- el segundo corte de difusión superó ampliamente sus expectativas. Inmortalizado como un himno de estadio, no sólo es el tema más representativo de la banda sino del rock en español.  Consciente de este favoritismo, “Tengo una buena canción para cantar, a ver” es la frase con la cual Cerati anticipó cuál sería el broche de oro en El Último Concierto de 1997. Y, en medio de la euforia multitudinaria, quedaba eternizado su “Gracias totales”.

El relato que cuenta Canción animal también se desarrolla a nivel visual. La tapa, producto de un collage premeditado, expone elementos que representan a cada miembro de la agrupación. Gustavo y Paola encarnan a la dupla de leones, la veleta simboliza a la juventud de Charly y el tensegrid hace alusión al equilibrio aportado por Zeta. La exaltación, la energía y el ardor que constituyen el ADN de este material, son las pinceladas que colorean el naranja del fondo.

La presentación del disco, en línea con su espíritu, tuvo una obligada dosis de salvajismo. Con la Gira Animal, Soda Stereo encaró un tour por todo el continente americano y algunas ciudades españolas. Duró dos años y los primeros tres meses recorrió territorio nacional, con catorce shows en el Gran Rex y dos en Vélez completamente sold out. Con más de cuarenta recitales a cuestas, estableció un récord para la música argentina. El pico máximo se vivió el 14 de diciembre de 1991 cuando la banda tocó en la Avenida 9 de Julio ante 250.000 personas. La profecía del hit animal se cumplió: las masas, desparramadas en el corazón del centro porteño, vibraron con el calor a flor de piel.

Cuando parecía que había llegado a la cima, Soda Stereo descubría que la cumbre se hallaba un poco más arriba y emprendía la expedición en busca de nuevas conquistas. Canción animal estuvo en el top 5 de los álbumes más vendidos en Argentina durante nueve meses consecutivos y fue el volantazo que redireccionó el camino que seguiría la evolución del rock latinoamericano. A tres décadas de su lanzamiento, esta obra es un ícono que resiste el cambio de almanaques y sabe sonar cada año mejor. Las instrucciones impresas en el booklet son parte del ritual que lo comprueban: “Y para mayor placer animal, escuchalo a todo volumen”.

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