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Paul McCartney en La Plata: otra lección del gran beatle

El bajista de la banda más famosa de la historia de la música dio un show de tres horas para demostrar que está intacto.

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La música de Paul McCartney les pertenece a todos y está en el ADN de la cultura universal hace rato, de otra manera no se entiende que de 80 a 5 años, todos estén vibrando al unísono ante cada acorde tocado esta noche en el Único de La Plata, con la emoción que brota del alma.
Y eso que McCartney hay muchos. Porque, ¿cuál es el verdadero Macca? ¿El de los hits inoxidables que levantan a 50.000 personas de todas las edades y que harían bailar incluso a un árbol? ¿Es el de los rockazos con riffs explosivos y melódicos tocados junto a una banda formidable como la que tiene hace ya 15 años y que te obligan a varios air guitar frenéticos? ¿O el que se sienta al piano para demostrar de nuevo que el Rey de las Melodías y las power ballads es él?
Tal vez sea el que aparece solo con su acústica y te estremece con gemas eternas como “Blackbird”, “Yesterday” o el “Here Today” dedicada a Lennon. O quizá es el que se la pasa bromeando con la gente, como si no bastara el mejor catálogo de canciones de los últimos 50 y pico de años para entretenerte.
Paul McCartney es todo eso, y por eso es de todos. Porque él mismo es un show dentro de otro show. Cuando desde el vamos te avisa que este va a ser un anochecer de un día agitado (“A Hard Days’ Night”) no miente, y que aunque empiece afónico –afonía de este frío mayo argentino y de otros 73 mayos bien vividos- la voz se va calentando para terminar en los más increíbles YEAH YEAH YEAH finales –cerrando el círculo- de “The End”, y aunque en el camino se topó con varios momentos de extrema exigencia para su garganta, no le bajó un solo tono a ningún tema.
Paul, el de las composiciones perfectas de los discos, también hace gala de una seguidilla de canciones insuperables para estadios, porque ¿qué track puede ser más espectacular en vivo que “Live And Let Die”? ¿O cuál puede abrazar y unir a tantos miles como “Hey Jude”, un verdadero himno de confraternidad?
Este McCartney es el que se esfuerza para hablar en tu idioma y comunicarse aún más, y el que se ríe y toca junto a una niña argentina de diez años que sube al escenario solo para tocar el bajo con él, y que lo logra, haciendo realidad el “tocó con Pol” de Gieco. Porque el británico está para el bronce, para divertirse y para dejar un mensaje: que él, mito viviente, es también y ante todo humano, un humano agradecido de tener la vida y el talento que le tocaron, y que AMA lo que hace. Está a la vista. Y es alguien que no quiere guardarse nada, que espera que todo aquel que alguna vez vio alguno de sus conciertos, no lo olvide jamás.
Treinta y ocho (sí, 38) canciones de todas las épocas, desde la “In Spite Of All The Danger” de los Quarrymen pre-Beatles, o el single debut en 1962 de los Fab Four, “Love Me Do”, a las delicatessens de su último disco –la gran “Queenie Eye” y la “NEW” que podría haber aparecido tranquilamente en el álbum Revolver– y el cover de la canción “FourFiveSeconds”, éxito global de meses atrás. Seis décadas de Música Premium en casi tres horas de un concierto que además es un lujo desde lo visual.
No hay exageración alguna y los miles de testigos no dejan mentir: Paul es todos esos McCartneys. Es el beatle que jamás renegó de llevar la antorcha de su banda. Nuestra banda.
La de casi casi todos.
Foto: gentileza de T4F – Beto Landoni
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