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Muse en Complejo Al Río: Volverse negro

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En su cuarta visita a la Argentina, Muse volvió a cumplir con creces las expectativas generadas, y, como dos años atrás cuando el trío arribó presentando The 2nd Law, otra vez fue en apoyo de un álbum de oscura temática: Drones, su séptimo de estudio.
La estética y la lírica de este disco tienden al negro, y negras permanecen en el show: la banda sale vestida absolutamente de ese color mientras el alocado sargento que precede a «Psycho» todavía está pegando alaridos desde el fondo del escenario, y las imágenes que se suceden en las pantallas gigantes mezclan el apocalipsis y la justificada paranoia que denuncian en sus (a veces poco sorpresivas) letras, con lo oscuro de la decoración y de los uniformes de los músicos, todo ante la sombra de riffs aplastantes. Desde los títulos de las canciones de su nuevo disco, así como de otros anteriores, y que despliegan en el concierto (“Dead Inside”, “Apocalypse Please”, la ya nombrada “Psycho”, “Hysteria” con cita a «Back In Black», de AC/DC, y así permanecer en pintados de negro, “Supermassive Black Hole”, “Time Is Running Out), sale a flote una constante: la voz prodigiosa de Matt Bellamy – y su guitarra cual cuchillo filoso – metiéndote de lleno en sus sombrías pesadillas. A veces el trío da la sensación de que cree en la redención del mundo, como en la bella sinfonía de «The Resistance, Exogenesis» –no ejecutada en el show-, o en el “we will be victorious” de «Uprising», pero en general el color más oscuro prevalece en los versos.

Claro que sobre las letras, se desploma poderosa la música, y allí sí, el negro empieza a remitir, porque ya sea en el negrísimo invento del campo VIP -que provoca que haya un denigrante campo trasero- y en las plateas laterales, la multitud se viste de huracán festivo con cada puntinazo de la guitarra de Matt, con cada latido del bajo taquicárdico de Chris Wolstenholme y con cada mazazo de Dominic Howard en la bata, todos ellos apoyados en teclados, coros y percusión por el invitado habitual en los conciertos de Muse, el ex Senseless Things Morgan Nicholls.
Además, como para diluir un poco más esa oscuridad latente, se nota cómo disfruta la banda ahí arriba. Está claro que se divierten haciendo lo que hacen, porque Chris es una sonrisa enorme cada vez que se funde en sus “duelos” con Bellamy. Acto seguido, el cantante sale con altura y gracia tras pedir una bandera (que resultó ser uruguaya) al público para enroscarse en el cuello durante el hit «Madness». Entonces, durante «Starlight», ahora sí, recoge una Bandera Argentina, y mientras lo hace, dice sonriente y divertidamente apenado- “I know, I know” (lo sé, lo sé), “me equivoqué”. Para no cambiar abruptamente el efecto cromático, en el estribillo de esta gran canción se vocifera “black holes and revelations” , y los pozos de los que habla son certificados fielmente por el mismo Bellamy quien tiene colgada una impactante viola con supermasivos agujeros negros.

La negrura continúa previo a los bises, con gigantescos globos arrojados al público durante la marcial «Uprising», mientras la noche hacía rato que había desplegado un manto acorde.
El final llega con el intento de hit “Mercy” seguido -y para terminar-, de la gloriosa, épica, majestuosa, furibunda y descomunal “Knights Of Cydonnia”. Como para dejar ir a todos flotando medio metro por sobre el suelo, mientras se encienden las luces de un Complejo atiborrado de fans que van a volver, cada vez que los cite Muse, a sumergirse otra hora y media en esta catarsis grupal a la que los invitan.

Fotos: Beto Landoni

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