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Lectura obligada: El origen de la canción de protesta

Tal vez el concepto que más se asocie a la palabra rock sea rebeldía. Desde su nacimiento, en la década del 50, el rock fue propio de la juventud y, lo característico de la juventud, es la rebeldía.

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Tal vez el concepto que más se asocie a la palabra rock sea rebeldía. Desde su nacimiento, en la década del 50, el rock fue propio de la juventud y, lo característico de la juventud, es la rebeldía.
Lo “desobediente” del rock fue cambiando a medida que evolucionó la sociedad y fueron cayendo algunos prejuicios. Usar ropa de cuero, peinarse con una cresta, usar un piercing en la nariz o quemar una guitarra en el Festival de Monterrey en 1967. Pero una de las características de resistencia que mantuvo el rock en el tiempo fue la denuncia. Y en el rock o en sus parientes como el soul, jazz, blues, punk, entre otros, la denuncia se canalizó desde los inicios a través de canciones de protesta.
En cada hecho político o social, en cada marcha o manifestación escuchamos una canción de protesta. We Shall Overcome cantó Joan Baez, Masters Of War cantó Bob Dylan. Escuchamos a John Lennon pedir Give Peace A Chance y a Green Day cuestionar al electorado que votó a Bush en American Idiot. Pero la canción de protesta no se originó en el rock sino en una de sus raíces: el jazz.


En la década del 30, el Café Society de New York se destacaba por aceptar un público interracial y hasta daba un lugar privilegiado a los espectadores  afro americanos. Fue durante la primavera de 1939 en aquel club nocturno. La audiencia estaba sentada en pequeñas mesas redondas con manteles blancos.  Tomaban tragos de moda y escuchaban cantar a una joven de 23 años tratando de olvidar esa gran depresión económica que no terminaba más. La cantante,  con un collar de perlas falsas que le rodeaba el cuello y una gardenia pegada al costado de su cabeza sobre su pelo negro tirante, se paró frente al micrófono. Una trompeta y un piano empezaron a sangrar las primeras notas. El sonido del rumor de la audiencia disminuyó. De pronto la voz de aquella joven entonó unos párrafos que paralizaron al salón del club.
…“Southern trees bear strange fruit
Blood on the leaves and blood at the root
Black bodies swinging in the southern breeze
Strange fruits hanging in the poplar trees…”
(De los árboles del Sur cuelgan unas frutas extrañas
Sangre en las hojas y sangre en las raíces
Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña
Frutas extrañas cuelgan de los álamos…)
La canción que interpretó Billie Holiday aquella noche se llamaba Strange Fruits. Al finalizar la actuación, nadie aplaudió. El silencio fue absoluto, la conmoción del público podía palparse. Cuando se encendieron  las luces Billie había desaparecido. Estaba en el baño vomitando.  ¨Cantarla me afecta tanto que me pone mala. Me deja sin fuerzas¨, confesó la gran Holiday en su autobiografía Lady sings the blues.
Billie Holiday

Billie Holiday


La letra de la canción aludía a los asesinatos de Thomas Shipp y Abram Smith, dos afro americanos que habían sido colgados de un árbol en el estado de Indiana, en agosto de 1930. Pero no era sólo una denuncia sobre esas dos muertes sino un alegato sobre lo que ocurría en el sur de los Estados Unidos.
La segregación racial en aquel país, especialmente en los estados del sur, era brutal. Las leyes que avalaban la separación de la sociedad por grupos raciales, conocidas como Jim Crow, castigaban duramente a quienes las violaran. Todos los espacios públicos, tales como bares, cines, restaurantes y medios de transporte tenían un sector con el cartel colored, que indicaba que era el espacio reservado para los afro americanos. Era habitual, como amenaza y escarmiento, el linchamiento, llevado a cabo, en general por grupos de fanáticos blancos.
Curiosamente, la canción fue escrita por un blanco, Abel Meeropol, un profesor que se había criado en el Bronx y que había quedado impactado con la fotografía de Shipp y Smith colgando de los árboles rodeados de la mirada de sus vecinos.  En un principio fue un poema publicado con un seudónimo en el periódico del sindicato de profesores. Después le puso música. En 1938 la interpretó una cantante negra, Laura Duncan, en el Madison Square Garden. Ese día, un trabajador del Café Society estaba entre el público y le contó al dueño del club sobre la canción que había escuchado. Así llegó a la poderosa garganta de Billie Holiday al año siguiente.
Nina Simone

Nina Simone


Si bien Strange Fruits no puede considerarse la primera canción de protesta de la historia – como relata Dorian Lynskey en su libro 33 Revolutions per minute. A history of protest songs, from Billie Holiday to Green Day – si fue la primera canción con un mensaje político contundente en el mundo del entretenimiento. Existen muchas versiones de Strange Fruits. Nina Simone,  cantante, pianista y activista en la causa por los Derechos Civiles hizo su versión. También la interpretaron  Diana Ross, Joe Bonamassa, UB40, Cocteau Twins, Sting con Gil Evans, Jeff Buckley y Cassandra Wilson, entre otros.
En el año 2015, el músico Jose James lanzó un álbum homenaje a Billie Holiday llamado Yesterday I had the blues.  La última canción de ese disco es Strange Fruits. En mi humilde opinión, la mejor versión que se ha hecho desde aquella noche de primavera en el Café Society.
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