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Lecturas Obligadas

La influencia de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en el surgimiento del denominado “rock chabón”

El género que en los ’90 hegemonizó la escena local fue producto de la reconfiguración en las escuchas del público, y la necesidad del periodismo de rock de etiquetar y estigmatizar a los jóvenes de sectores populares.

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El denominado “rock chabón”, que hegemonizó la escena local durante toda la década del ’90 fue, en gran medida, un invento de las escuchas del público y de la voluntad rotuladora de la prensa de rock que poco tenían que ver con las intenciones de los músicos. Es decir, que no fue, inicialmente, un género definido por una estética determinada. A continuación, repasaremos brevemente la importancia de Los Redondos en esa dinámica que dio origen a un movimiento que encontró sus límites en la tragedia de Cromañón.

¿De qué hablamos cuando hablamos de “rock chabón”?
En su texto “Vida, apogeo y tormentos del ‘rock chabón’”, el sociólogo Pablo Semán sostiene que este movimiento inorgánico desequilibró la trayectoria histórica del rock nacional y, a causa de ello, activó una incipiente venganza de clase. En rigor, el “rock chabón” fue una sensibilidad referida a retóricas y estilos musicales que atravesaban diversos estilos presentes en el panorama musical juvenil. Sin embargo, no se trata de algo tan impreciso. Fue primero una lectura social del rock y luego la producción de grupos atravesados por una específica condición sociocultural. Esa sensibilidad resignificó la obra y la presencia de bandas que pertenecían a corrientes preexistentes del rock en torno a una serie de temas y valores representativos.
En ese sentido, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, que tuvo su origen en la mixtura de la rica tradición platense de la cultura rock y una serie de influencias fuertemente presentes en las clases medias urbanas de los años ‘60 y ’70 (como la bohemia universitaria), fueron los impulsores y emblemas del “rock chabón” en una curiosa y radical transformación ocurrida a manos de su público, en un contexto de avasallamiento neoliberal que golpeaba cada vez con más fuerza a los jóvenes de los barrios populares. A partir de allí, comenzó a expandirse un movimiento de bandas que compartían más determinados elementos identitarios obreros, suburbanos y populares que aspectos estéticos.

El recambio y la resignificación
Semán sostiene que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota hacía referencia, de manera solapada, a los héroes del rock junto con los próceres del anarquismo. En sintonía con Mijail Bakunin, padre del anarquismo, su canción “Todo preso es político” afirmaba un grito desgarrado: “reos de la propiedad, todo preso es político” e interpelaba a la rebeldía juvenil de las clases medias mientras ocasionaba revuelo en la cultura de izquierda que no se mostraba muy afín a la posibilidad de poner en un mismo plano a las víctimas de la dictadura y a los delincuentes comunes. Pero hacia finales de los ‘80, otro público comenzó a predominar en los recitales -cada vez más convocantes- de Los Redondos; para este público nuevo, esa canción era una reivindicación de ciertas prácticas ilegales contra el “sistema”.
Mientras los jóvenes vanguardistas de clase media de la Capital cedían su lugar en los recitales que se organizaban en los teatros del centro, ganaba preponderancia un público creciente del Gran Buenos Aires que comenzaba a llenar los estadios de fútbol en los que cultivaban el fervor por la banda. En definitiva, a medida que la banda se volvía más convocante, el público universitario mermaba y aumentaba aquel que provenía de los suburbios obreros, que tenía mayor contacto con el mundo del delito. No obstante, si bien la complejidad de las letras del Indio Solari -vocalista y compositor- se mantenía resguardada en su maraña, la apropiación que de ella hacía el nuevo público alentó ese creciente fervor.

La reivindicación de los valores plebeyos contra el neoliberalismo
El incipiente movimiento del “rock chabón” -fans y músicos que comenzaban a darle contorno- tomaba como su ethos el barrio, cuna de infancias y juventudes derruidas por la pobreza, la desocupación, la delincuencia y el narcotráfico. De esa manera, los hechos delictivos y las prácticas que bordeaban la legalidad formaban parte de un relato épico en que la represión policial era la contraparte de una lucha de clases a través de la cual los nuevos rockeros se definían. Reclamaba, pues, un lugar para los marginados al tiempo que protestaba por la fractura social producto de las políticas de ajuste aplicadas por los gobiernos menemistas.
A diferencia de los años ’70 y ’80, en que la cultura rock se vinculaba fuertemente con ciertas pretensiones políticas que iban en contra del autoritarismo, el “rock chabón” reivindicaba, de manera nostálgica, valores de una sociedad que se desmoronaba. En ese contexto, el “rock chabón” era contestatario de una forma diferente a la que lo había sido el rock en los años ’70: en lugar de aglomerarse con un movimiento juvenil “revolucionario” más amplio, daba cuenta de la reestructuración social ocurrida en los ’90 de manera defensiva, es decir, que su poética tenía connotaciones políticas de resistencia que aludían a las penurias de la vida cotidiana de los jóvenes en los barrios. En esas condiciones, Los Redondos dieron el puntapié inicial para la conformación de un nuevo movimiento dentro del rock argentino que hegemonizó la escena de fines del siglo XX.

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