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Lecturas Obligadas

40 años de The Wall y los ladrillos que no dejan de montarse

El pasado 30 de noviembre se cumplieron 40 años del lanzamiento de The Wall, considerada la última gran ópera rock, una obra conceptual que nos invita a reflexionar en qué medida continuamos siendo hoy un ladrillo más en el muro.

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The Wall es el undécimo álbum de estudio de Pink Floyd, publicado en 1979. Grabado entre abril y noviembre bajo la dirección del productor Bob Ezrin y de los miembros David Gilmour y Roger Waters, es considerada la última gran ópera rock en momentos en que las tendencias progresivas entraban en decadencia dentro de la escena rock luego de las explosiones del punk y la música disco. Su concepto surgió del deseo de la banda británica de tomar distancia del público, pero pronto se convirtió en una declaración en contra de la alienación de la sociedad de consumo y la catástrofe de la guerra.

Se trata de una obra que fue analizada por los críticos en dos dimensiones: por un lado, un plano contextual atravesado por los enfrentamientos en el marco de una Guerra Fría que comenzaba a entibiarse debido a la crisis en que se sumergía la Unión Soviética, que derivó en una apertura política (Glasnost) y económica (Perestroika) que no alcanzó los resultados esperados y que, a fines de 1991, provocó su desmembramiento. Por otro, la perspectiva subjetiva de Roger Waters, quien canalizó sus principales preocupaciones vinculadas a la muerte de su padre en la Segunda Guerra Mundial, a la infidelidad de su esposa, y a los recuerdos de su infancia signados por los bombardeos alemanes, una madre sobreprotectora, y un maestro abusivo y pendenciero.

En parte ficticio y en parte autobiográfico, The Wall no sólo es una metáfora de la alienación, sino que constituyó, a su vez, una crítica profunda a la opresión de la sociedad británica en sus diferentes niveles, desde la familia hasta el Estado y, por sobre todo, un manifiesto antibelicista. Posiblemente, una de sus grandes virtudes sea la posibilidad de actualización de sus críticas a la luz de los problemas que continúan vigentes y aquellos que se redefinieron en la sociedad occidental en el siglo XXI: ¿Qué lugar ocupan en la actualidad la desigualdad y la pobreza, la diversidad y las minorías, la opulencia y las grandes corporaciones, la violencia estatal, la destrucción del medio ambiente, las guerras y los atentados, y un largo etcétera?
On the thin ice of modern life
Pink, el protagonista, es una estrella de rock abrumada por el éxito y los excesos que a lo largo de su vida fue levantando un muro en su mente hasta quedar totalmente aislado de la realidad. Cada ladrillo de ese muro que lo encierra en sus pensamientos hasta el borde de la locura, es un hecho traumático: en su cabeza, carcomido por la culpa y el resentimiento, imagina que es un líder fascistoide que ataca a las minorías acompañado por un ejército de martillos. Si bien esta alegoría hace referencia al hartazgo que la banda estaba sufriendo debido a su popularidad, encerrándolos en un ambiente de egoísmo y avaricia, el interrogante que Pink Floyd dejó abierto allí se vincula con la irrupción de nuevos movimientos autoritarios y xenófobos que día a día crecen en Europa y otras partes del mundo.
La crisis migratoria de los últimos años, agitada por las guerras civiles y étnicas, la recesión económica y las calamidades del cambio climático, favorecieron un viraje conservador en el denominado primer mundo como respuesta al ingreso de inmigrantes que buscan en el continente europeo mejores posibilidades, y que cuestiona además las bases sobre las que se construyeron, a sangre y fuego, los principios democráticos y republicanos durante décadas. El resurgimiento de estas ideologías del odio y la exclusión refuerzan conductas y formas de pensar vetustas, arcaicas, que reflejan, en este caso, la vigencia de las críticas que Roger Waters esgrimió en sus letras; All in all it’s just another brick in the wall.

Mother, should I trust the government? Mother, will they put me in the firing line?
Detrás del velo sobreprotector de la madre de Rogers Waters manifestado en sus letras, se escondía una crítica más profunda contra la voluntad omnipresente de un Estado que, con la vertiginosidad del desarrollo de la tecnología digital, se fue convirtiendo en un dispositivo panóptico y punitivo que recorta las libertades individuales a medida que se adentra en el siglo XXI. Los escándalos alrededor del manejo de la big data, como el famoso caso de Cambridge Analytica, marcan la pauta de reformulación del aspecto centinela del Estado en colaboración con otros elementos como las grandes corporaciones, en un intento por controlar las voluntades de los sujetos y domesticar sus conductas.

En ese sentido, el reclamo por los jóvenes que son enviados a la muerte plasmado en “Bring the boys back home” ya no evoca a los soldados de la Segunda Guerra Mundial sino a todas las que siguieron después, en especial las de Irak y Afganistán, que fueron paradigmáticas luego de los atentados del 11-S y la configuración de un nuevo enemigo de la libertad y a democracia: el terrorismo islámico. Transcurrido todo el siglo XX, las reivindicaciones antibelicistas que levanta la sociedad ante el Estado no terminan de imponerse aun a los mandatos del capital, que siembran guerras para cosechar beneficios económicos, como tampoco es posible erradicar la estereotipación y demonización del otro, diseminadas a través de los medios de comunicación masiva.

The Wall también enfatiza en la forma en que el Estado, a través del sistema educativo, vacía la capacidad crítica de lxs niñxs, normalizando y uniformizando su desarrollo en la sociedad, es decir, fabricando ladrillos destinados a levantar muros cada vez más altos. Por su parte, los miedos edifican muros en nuestras mentes que nos alienan, motivando, del mismo modo, la construcción de grandes extensiones de concreto en las fronteras, acentuando la desigualdad y la pobreza través de la exclusión. Sin embargo, los movimientos ambientalistas, los feminismos y demás expresiones políticas que hacen mella principalmente en la juventud, que apuestan por valores como la empatía y la solidaridad, renuevan la esperanza que se cuela entre las grietas de un muro que muchxs esperamos ver caer.
 

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